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Cantonización de Pimampiro

  • Foto del escritor: bibliopimampiro1
    bibliopimampiro1
  • 26 may 2021
  • 2 Min. de lectura

El 21 de mayo de 1981 mediante Decreto Nº6 conforme a la Ley por parte del Gobierno del Dr. Jaime Roldós Aguilera, Pimampiro se constituye como cantón. La publicación de este Decreto en el Registro Oficial se dio un 26 de mayo de 1981, hace 40 años, constituyéndose en el quinto cantón de la provincia de Imbabura. Cuenta con cuatro parroquias: Pimampiro, Mariano Acosta, San Francisco de Sigsipamba y Chugá.

Campana de Pimampiro, 1679

Caía la noche sobre las inmensas regiones donde las lagunas y montañas eran dioses. Era una época donde la Luna tenía sus adoratorios y los pueblos intercambiaban ají y maíz; las conchas spondylus eran monedas, más valiosas que el oro. Llegó la espada, muy cerca le acompañó la cruz. Los curas doctrineros recorrían las casas buscando lo que llamaban falsos ídolos: tenían a un dios con corona de espinas que prometía el paraíso. Pero no todos los indígenas estaban dispuestos al sometimiento, que incluía desmembrar a las familias en el trabajo de las mitas y obrajes. Se sabía que los indios arwak, de las Antillas, se suicidaron colectivamente o los indios del Valle del Cauca, en Nueva Granada; otros, como los quijos –tras la fracasada sublevación de 1578– estrangularon a los recién nacidos para que no pagaran tributos a los españoles. Y, claro, hubo muchas sublevaciones ocultas para la historia de quienes escribían con ojos de los conquistadores. Los curas doctrineros habían llegado a Pimampiro en 1679. Era una tierra fértil y sus parcelas, en los tiempos de la Luna, eran apreciadas por los amautas por su producción de la sagrada hoja de coca. Los sabios –los únicos que podían utilizarla– hablaban con los dioses como si fueran personas. Los curas se dedicaron a levantar una iglesia y arriba colocaron una pesada campana para llamar a misa. Los caranquis fueron, pero obligados. Escucharon las palabras de un dios clavado en un madero. Después, supieron que la campana no les libraría de que los primogénitos fueran de esclavos a las mitas. Un día hubo revuelo. Los clérigos habían bajado al Valle del Chota por provisiones. Cuando volvieron a Pimampiro no hallaron a nadie. Los indios, como los llamaban, habían huido llevándose hasta la campana, hacia el Oriente. A veces, dicen los viajeros, es posible escuchar a ese pueblo perdido que hace sonar aún la pesada campana, que llegó allende el mar en carabela.

OPINIÓN

Por Juan Carlos Morales Ecuador News www.ecuadornews.com.ec




 
 
 

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Lcda. Mariela Paspuel.

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